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Eidética

  • Lii.
  • 26 jun 2020
  • 3 Min. de lectura

Hace muchos años existió cierto hombre con el deseo de atesorar fotografías de su familia y de esta manera construir y plasmar la historia de ellos, para que sus futuras generaciones jamás olvidaran sus raíces. Fue como surge el primer álbum fotográfico. Luego se comercializó y las personas se dieron cuenta que podían atesorar historias de todo tipo: guerras, paisajes, eventos o construcciones de obras, personajes típicos de un lugar...

Toda una historia o todo recuerdo, sea feliz o no, guardado entre las dos tapas de un libro: un álbum de fotos. Al alcance de nuestra mano, tener la oportunidad de abrirlo y con nuestros ojos ver cada uno de esos momentos e inmediatamente nuestra memoria humana nos traslade a ese tiempo: las sensaciones y emociones vibran en nuestros sentidos. La mayor parte de las veces queremos regresar allí. Donde sentimos que fuimos felices. Otras veces, nos hacen recordar porqué nos fuimos. Volvemos a sonreír por las victorias alcanzadas. Nos reímos al darnos cuenta que el paso de los años nos favoreció o por ver la evolución que tuviste en tu corte de cabello, en tu peso y hasta en tu estilo de vestir. La nostalgia nos invade, porque teníamos personas que amábamos y ahora ya no están más —¿cuántas veces abrazamos a alguien sin saber que sería la última vez? porque siempre creemos que habrá más... y hoy, quedó todo en una imagen.

Todo esto nos generan las fotos viejas, pero la responsable detrás de esto es nuestra memoria humana. Sin necesidad de una fotografía física,

tu memoria, puede recuperar imágenes y escenarios del pasado, conservar tus experiencias y emociones, y elaborar tu historia personal.

Hay una parte llamada «memoria eidética» o memoria fotográfica, la cual posee una habilidad de recordar imágenes con niveles de detalle muy precisos. Se presenta en su mayor parte en niños, pero en adultos es muy escasa o inexistente. Es curioso, porque los recuerdos que más nos afectan —ya sea para bien o para mal— ocurren en la niñez. No es tan sencillo superar u olvidar algo que recuerdas con tanta precisión.

Puede ser beneficioso para los momentos felices, pero ¿que de los traumáticos y dolorosos? —y esto que solo es una parte de todo lo que es nuestra memoria humana, tan fascinante y compleja.

Hay quienes siguen viviendo en sus glorias pasadas o en sus fracasos pasados, y en ambos casos tienen una cosa en común: el pasado. Entonces, ¿cómo disfrutamos de la vida abundante que Dios nos ofrece cuando estamos viviendo a través de las fotos viejas de nuestra memoria?

Estoy segura que cuando Jesús dijo estas palabras en Juan 10:10 b: ''yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia'', fue con el fin de hacernos entender que cada día hay una abundancia de momentos y abundancia de razones que El mismo nos ofrece para continuar. Que por todo lo que fue robado, lo que murió o se destruyó en nosotros, son piezas que transforma en Sus manos para vida abundante.

Quizás los libros de recuerdos en tu memoria, están llenos de fotos viejas que constantemente te hablan del pasado, en ellas esta trazado un camino, por lo que te has limitado a vivir de acuerdo a eso.... pero lo más importante es el destino, y nuestro destino es uno que no acabara. Es vida tan abundante, que su medida de tiempo es la eternidad.

Me encanta aferrarme a una de las promesas más lindas que Dios nos hace: «Yo hago nueva todas las cosas» y sí, eso incluye tus memorias. Que las fotos viejas solo sean un referente de cada uno de los eventos plasmados allí, como el camino que sirve para recordar a dónde nuestro buen Padre nos ha ido a buscar, pero que todo lo nuevo que El hace sea un motivo más para disfrutar de Su vida abundante.

¡Te abrazo!

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